Probamos al BMW Serie 3: los clásicos (por suerte) también se renuevan

martes, 10 de agosto de 2021



Evaluamos a la séptima generación del BMW Serie 3, en este caso en su variante 330e.

A dos años de su lanzamiento a nivel local, probamos por algo más de 1.000 kilómetros a la séptima generación del BMW Serie 3. Con hibridación, una plataforma compartida con su hermano mayor, el Serie 5 y más tecnología que nunca en su historia, ¿seguirá siendo "The Ultimate Driving Machine"?.

Hace cuatro años, cuando probé a la generación anterior del BMW Serie 3 (ver prueba), cerraba el análisis con esta frase: "el Serie 3 de BMW era uno de esos ticks para hacer en la lista personal de 'autos para probar alguna vez'." El tiempo pasó y solo pude probar uno más en ese tiempo, un 330e, es decir, la primera generación híbrida enchufable de este clásico de la firma de Múnich (ver prueba).

Pero pasó algo más en menos de un lustro: me compré uno. No nuevo, usado. Claramente los ingresos que da el blogcito no me lo permiten aún. Hoy es mi único auto personal, pero también un capricho que siempre quise darme. Más allá de los dos que manejé por trabajo, jamás tuve la oportunidad de conducir un Serie 3 de generaciones previas. Al menos hasta febrero de 2020, cuando buceando aburrido en Mercado Libre durante mis primeras vacaciones en diez años, me crucé un 320i E30 del año 1990 con 200.000 km y en inmaculado estado. Y al menos las fotos del aviso no decían lo contrario del estado.


Unos días más tarde, viajé con uno de mis mejores amigos a verlo en pleno febrero. Podríamos estar yéndonos a la playa. Pero no. Viajamos hasta Cerro Chato a ver ese 320i. Dos veces. Una para conocer el auto y otra para ir con una letra de cambio en mano y traérnoslo. La primera vez, precedida por una frase (que jamás olvidaré) mi amigo dijo no bien nos subimos al auto para volver a Montevideo: "si no se lo comprás vos, se lo compro yo".

El tiempo pasó, y sigo teniendo al E30. Lo disfruto como un niño cada vez que salgo a la calle con él. Es el placer de conducir o "The Ultimate Driving Machine", como BMW lo publicitaba por entonces. Lo adoro. Es más, me hubiese gustado tenerlo en condiciones para hacer una sesión de fotos con el G20 de este informe. Pero mi 320i no quiso encender. Perdón, no quiere ahora tampoco. Está guardado hace semanas bajo un cobertor, adentro de un galpón junto a dos lavarropas y trastos que no usan mis padres.


Mi E30 es lo que se denomina un "youngtimer", que es la jerga por la que se conoce a los "clásicos en pañales", es decir, los que recién pasaron los 30 años de antigüedad. Van camino a ser clásicos con todas las letras, pero todavía tienen que aprender a tomar la sopa. Y el mío, como buen infante, es un niño caprichoso. Muy caprichoso. Como todos los autos clásicos. Además, cada vez que lo enciendo, le encuentro algo nuevo para reparar o mejorar. Lo disfruto mucho e incluso, pese a esos incordios.

Por eso durante los días en los que estuve usando a su tataranieto, el G20, o Serie 3 de séptima generación, pensaba mucho en mi E30. Porque este 330e (ver lanzamiento) que ves en fotos enciende todas las veces en silencio, utilizando un motor eléctrico para el arranque. Cuando salís a la calle, consume la mitad que mi 320i con su 2.0 de seis cilindros en línea y apenas 129 cv. Este Serie 3 tiene también un 2.0, con dos cilindros menos, pero con casi el doble de potencia: 252 cv. También tiene un habitáculo en donde entran cuatro seres humanos. Mi E30 en comparación, tiene plazas traseras casi que testimoniales.


¿A dónde quiero llegar con esto? En los últimos años se le ha achacado a BMW que "perdió su esencia" que la hizo ser lo que es en los años 80 y 90's. Ya sea en términos de diseño, así como también de experiencia de conducción. No lo creo así. Siendo ahora propietario de un producto de esa época, puedo darme el lujo de decir que si bien entregaban una recompensa extra para los conductores a la hora de salir a manejar, en el Siglo XXI, esos vehículos son el recuerdo de un tiempo que ya pasó. Ni mejor, ni peor.

Agradezco que todavía haya dueños de esos modelos de la "era dorada" de la marca que los conservan en perfecto estado. Así algunos se los podemos seguir comprando y disfrutarlos como quién escucha un vinilo al atardecer. Un placer analógico. Un momento especial. Cito este ejemplo, porque ese amigo con el que fui a ver y comprar mi E30, me regaló en mi último cumpleaños, una bandeja para escucharlos. Como verán, elijo muy bien a mis amistades y mejor a mis autos personales. Pero entré en un camino de quemar billetes en cosas hermosas de otra época. Por suerte los buenos clásicos también se renuevan, como este G20. Sino, todos viviríamos en bancarrota. El análisis del nuevo BMW Serie 3, en unos días.