Probamos al Mazda3 Sedán con motivo de la última actualización de equipamientos y diseño que presentó. |
Las celebridades suelen tener a dos mejores amigos en su círculo personal: su contador y su cirujano plástico. Uno monitorea la salud de sus bolsillos y el otro la de sus rostros y físicos. Cuando sus cuerpos son la fuente de ingresos, los cuidados tienen que ser llevados al extremo de la perfección. Una arruga más, significa un billete menos.
Pero también una cirugía plástica exagerada, puede arruinar esa simbiosis entre lo que puede hacer la madre naturaleza por la belleza. Así como por el contrario, el dinero a veces puede solucionar lo que hace el paso del tiempo y la vida misma sobre la piel y músculos de las personas. Esto pasa también en el universo de los automóviles, donde podemos ver casos de liftings exagerados y otros realizados con mucha sutileza.
Uno de esos casos de modificaciones sutiles bien hechas es el Mazda3, que hace apenas unos días se presentó en el mercado local (ver lanzamiento). Los cambios que presenta son mínimos a nivel estético, porque el diseño que ya tenía este modelo no precisaba que le repasaran prácticamente ningún trazo, más allá de tener ya tres años a nivel mundial sin una sola novedad.
Entre los retoques (sutiles) encontramos unas nuevas ópticas delanteras, con un ligero cambio respecto a la parrilla que a su vez ahora cuentan con la posibilidad de contar ahora con tecnología LED. También cambian los paragolpes tanto en el frontal como la retaguardia, y poco más que eso.
Si por fuera los cambios son tan menores como ínfimos. por dentro todavía más. Apenas se animaron a cambiar el diseño del volante (hay que tener el ojo muy entrenado para notarlo) y ponerle un freno de estacionamiento eléctrico, así como también un climatizador automático ahora de dos zonas, nada más.
Los tapizados, apliques y materiales cambiaron un poco también, pero en líneas generales se mantuvo el resto del habitáculo. Donde Mazda si puso todo su trabajo para cambiar al Mazda3 es a nivel tecnológico, un terreno donde el auto estaba quedando algo relegado frente a la competencia más moderna.
La principal novedad llega en materia de chasis estrenando una nueva tecnología llamada G-Vectoring Control, que no es otra cosa que un control vectorial del par que actúa dosificando el torque del motor para mejorar la tenida en curvas, ofreciéndonos un manejo más preciso y con menos correcciones al volante.
Ahora, la pregunta del millón es: ¿cómo se comporta? Para responderla en toda su amplitud es que tomamos contacto por cuatro días y más de 500 kilómetros con el Mazda3 por primera vez en la historia de Autoblog con la excusa de su renovación de mitad de vida. El próximo viernes sabremos si Mazda logró aplicarle la dosis justa de botox a su vedette a nivel local.