Probamos al Fiat 500: un capricho ítalo-americano

viernes, 15 de marzo de 2013



¿Quién dijo que los caprichos tenían que ser grandes y potentes?
Durante cuatro días un Fiat 500 fue el inquilino del garage de Autoblog. Sin embargo no fue una prueba como otras, ya que por primera vez tener un auto de prueba significó una lluvia de mensajes de texto, pedidos de paseos, elogios en semáforos y estacionamientos, así como tantas otras situaciones que detallaré a continuación.


Si bien se presentó hace seis años en Europa, el Fiat 500 es un modelo bastante más nuevo de lo que parece para el mercado local. Lanzado en nuestro continente hace dos años, con fabricación mexicana, este modelo es la punta de lanza de la marca italiana para retornar al mercado norteamericano, en especial Estados Unidos, país del cual se había retirado en 1984. Si bien parece calcado al europeo, hay ciertas diferencias, algunas más significativas que otras, por lo que no podemos hablar del mismo 500 a ambos márgenes del Atlántico.

Por ejemplo, el 500 mexicano en relación al fabricado en Polonia, cuenta con una estructura con mayor rigidez torsional, se mejoró la aislación acústica y la vibración del impulsor, utiliza un acero de mayor densidad, en tanto que el pilar B y los paragolpes ahora cuentan con refuerzos adicionales para poder cumplir con las normas de seguridad del mercado norteamericano, y los "side marks", esos ojos de gato que van en los guardabarros de todo auto que por reglamento vial quieran venderse en país del Norte.


La suspensión fue modificada, contando con más recorrido, en tanto que el despeje se elevó 10 mm. Se aumentaron las dimensiones de las barras estabilizadoras, el tanque de combustible tiene más capacidad, los frenos son más generosos en tamaño, las escobillas son ahora de silicona, y además el portón trasero, las luces y paragolpes tienen un diseño específico para nuestro continente. En el caso del posterior, obligó al modelo americano a mover el neumático de auxilio desde dentro del habitáculo, hacia afuera.

Por dentro, más cambios. Las butacas fueron rediseñadas, con más mullido y ancho para albergar más cómodamente a los norteamericanos y su problema de tener que cubrir largas distancia, en tanto que mientras algunos comandos se realojaron, otros se modificaron ligeramente. Se le agregó una guantera con tapa, como debe ser, y el equipo de aire acondicionado fue rediseñado para soportar las temperaturas extremas de los desiertos o la montañas que tienen en yankeeland. Pero el cambio más notable son los posavasos XL que tiene entre medio de los asientos, algo que el europeo no tiene ni por asomo.


Pero lo que sí se mantiene inalterado frente al modelo europeo es su estilo diferente a cualquier otro modelo que podamos cruzar en la calle, y esto durante nuestros cuatro días de prueba lo pude comprobar con las siguientes situaciones.

El día que lo retiré de Sevel Uruguay, fui a un centro comercial. Al llegar me paró una mujer a decirme que "está divino" y a preguntarme el precio desde la ventanilla de su auto. Otra persona, mientras estaba llegando al 500 con el carrito, paró a sacarle fotos y me preguntó si era mío. Le dije que sí, pero por unos días, a lo que respondió "en rojo quedaría mejor".

El sábado, de camino a la reunión de lectores que hicimos en El Pinar -donde hicimos estas fotos que ilustran la nota-, la gente iba caminando entre hermosos autos clásicos y sport, pero el 500 les robaba una sonrisa o les regalaba una foto al pasar. En la calle me tocaban bocina, en los semáforos varios miraban como si estuviera manejando un OVNI, mientras que algunos limpiavidrios se acercaban saludándome con buena onda y prometían cual pastor de TV, que iba a quedar mucho más lindo si le pasaba por el vidrio una estopa que chorreaba agua marrón. "No, muchas gracias" les respondía con cara de monja franciscana desde el auto.


Gente que apenas me conoce se acercó durante esos cuatro días como si me conociera de años, solo para sacarme un par de vueltas arriba del auto. Mis familiares inventaron lugares y mandados que tenían que hacer, mientras que mis amigos simplemente me pedían la llave del auto para usarlo descaradamente. Otro amigo que se enteró que pasé cerca de donde él vive con el 500, me mandó este condenatorio mensaje: "no tenés perdón de andar con ese auto y no avisarme que estabas cerca de casa".

Como verán, el 500 despierta en todos algo positivo, producto su naturaleza de rara avis en el tránsito local y su simpático diseño retro-moderno. Pero es mucho más que una cara bonita. Debajo de su capot está una de las tecnologías más avanzadas de la mecánica actual, y su equipamiento de confort y seguridad lo ponen a la cabeza de su segmento. Pero eso lo podremos ver mejor en unos días, cuando tengamos la prueba del  Cinquecento.

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