Probamos al Chevrolet Cruze 5: más que un volumen menos

lunes, 22 de mayo de 2017



Luego de haber testeado al Chevrolet Cruze Sedán, ahora también nos subimos al Cruze 5, la carrocería hatchback.
Tras haber probado a la variante con carrocería tricuerpo (ver prueba), ahora nos subimos al hatchback del Chevrolet Cruze. Evaluamos durante cuatro días y por más de 580 kilómetros a esta versión para conocer si hay o no diferencias entre ellos. Pero antes de la prueba, el clásico adelanto.

En algunas marcas un cambio de carrocerías solo implica retocar al modelo del pilar B (el del medio de la carrocería) hacia atrás y nada más. Es decir, de la mitad del auto hacia adelante, son dos gotas de agua, mientras que de allí hacia atrás son dos productos diferentes.

Esto pasaba con los Chevrolet Cruze de primera generación (ver lanzamiento), donde las diferencias más grandes solo se veían en las dimensiones de largo, manteniendo las otras cotas compartidas. El Cruze 5 (hatchback) anterior medía 4.510 mm de largo, 1.788 mm de ancho, 1.477 mm de alto y tenía una distancia entre ejes de 2.685 milímetros. El Sedán ganaba 87 mm de largo (4.597 mm totales) y 37 litros más de baúl (413 l versus 450 l). El resto del auto era igual en ambos casos.


Pero esto se terminó con la llegada de la segunda generación de los Cruze Sedán (ver lanzamiento) y 5, o Hatch (ver lanzamiento). Ambos son iguales hasta el pilar C (parante trasero). Incluso las puertas delanteras y traseras son idénticas en las dos versiones. Por lo tanto, se mantiene la misma distancia entre ejes (2.700 mm). Sólo cambió el largo: 4.448 mm para el Hatch y 4.665 mm para el Sedán y apenas algunos milímetros en el alto y ancho. Hasta ahí se sigue el patrón de la generación previa.

Pero también presentan cambios a nivel de aerodinámica. El cinco puertas tiene un coeficiente 3% más bajo que el de cuatro. Ofrecen un Cx de 0,28 y 0,29, respectivamente. También varía mucho el peso. Al tener un menor voladizo trasero, la carrocería sola del Hatch es 50 kilogramos más liviana que la del Sedán, pero ganó peso (15 kg) en total por sumar un techo solar también.


Y hay otros cambios no tan visibles. Por ejemplo la arquitectura de la dirección es la misma, manteniendo el mismo sistema de asistencia eléctrica, pero sí se produjo una recalibración del software de la asistencia. Según la información de Chevrolet se modificó la llamada "curva de reacción", para brindar una sensación de una respuesta más rápida y deportiva.

Pero también hubo otros retoques en materia de suspensiones. Si bien mantiene el mismo esquema McPherson independiente adelante y eje de torsión atrás y los amortiguadores son los mismos, se modificó la calibración de las válvulas para lograr una mayor dureza en el manejo deportivo, sin perder el confort de marcha en el uso diario.


Según la marca esta diferencia es más acentuada en los amortiguadores traseros que en los delanteros. En la barra trasera de torsión se acortó la región deformable, también para aumentar esa sensación de dureza. Los espirales son diferentes, para adecuarse al cambio en el peso. El conjunto de suspensión, en general, reduce el rolido (la inclinación de la carrocería) en curvas a gran velocidad.

Otros cambios son el frontal, que es distinto entre los dos modelos, los diseños de las llantas de aleación y un baúl que pasa de los 440 litros del tricuerpo a los 290 del bicuerpo. También ganó un tan reclamado techo solar eléctrico que en el Sedán no se ofrece. Ahora es el momento de la pregunta del millón: ¿todas estas pequeñas modificaciones son notorias o seguirá siendo una versión "recortada" de un sedán? Para tener la respuesta, tendrán que esperar a la prueba completa el próximo jueves.