Probamos a la quinta generación de un verdadero clásico y best seller de Renault, el Clio. |
Confundir letras entre sí, se llama dislexia. Eso lo sabemos todos. Pero entreverarse números, eso lo sabe y afecta todavía a menos gente. Se llama discalculia y es un trastorno en el aprendizaje de las matemáticas que afecta a un porcentaje bajo de la población. Por ejemplo, aquellos que padecen esto, suelen tener cierta dificultad para conectar los símbolos numéricos (5, por ejemplo) con sus palabras correspondientes (cinco). Pero también pueden llegar a presentárseles dificultades para reconocer patrones y poner las cosas en orden.
Casi como una dislexia clásica, pero que complica un poco más, diría. Imaginen tener la dificultad constante de no poder resolver con rapidez un vuelto en una transacción monetaria o de no poder llevar rastro de una cuenta muy sencilla. En lo personal solo me cuestan las matemáticas desde que tengo uso de razón. Por eso me dediqué a vivir de las letras, que se me viene dando bien en mi kit de habilidades. Pero en el último tiempo, varios comenzamos a padecer una suerte de discalculia por culpa del Renault Clio.
Es que en el año 2012 presentaron al Clio IV (ver lanzamiento), un modelo que rompía con la estética y la tradición de las versiones previas, un patrón que Renault venía cumpliendo a rajatabla desde el primer Clio: no parecerse al anterior. Su diseño era llamativo, distinto y que además, le trajo todo el éxito comercial que siempre tuvo esta denominación dentro de la marca del rombo. Uno de los responsables de esa estética fue, el que por entonces se estrenaba como jefe de diseño de la marca, Laurens van den Acker, que junto a su equipo, le dio un lavado de cara a la gama de la firma francesa en pocos años.
Pero para la quinta generación del modelo, lanzada en el año 2019 (ver nota) y que llegó recién este año a Uruguay (ver lanzamiento), pasó algo muy extraño, pero también lógico. Tan bueno es el estilo del Clio IV que para el Clio V, se buscó continuismo. A tal punto que es muy fácil confundirlos a primer golpe de vista. Casi como una discalculia, pero en el diseño de dos generaciones de un mismo producto. Pero en este caso es buscado. Por primera vez en la historia del modelo, se decidió modernizar a un diseño conocido dentro de un producto que es 100% nuevo. A tal punto que no comparten una sola pieza.
No es algo que no se haya visto en otros ámbitos. Basta con ver a las diferentes evoluciones de los smartphones de más prestaciones, por ejemplo. Me cuesta distinguir un Samsung Galaxy S22 del nuevo S23 o un iPhone 12 Pro de un 13 o del 14 Pro. Si funciona el diseño, ¿para qué hacer un cambio tan radical? Les cuento una anécdota. El día del evento de lanzamiento del nuevo Clio (ver cobertura) me sucedió pasarle por al lado al auto dos veces y no darme cuenta que era la quinta generación, confundiéndolo por uno de la cuatro. Así de similares son. Pero solo a un primer golpe de vista fugaz.
Lo gracioso es que del Clio IV, en el Clio V, reitero, no queda nada. El anterior usaba la Plataforma B del Grupo Renault-Nissan y el de quinta generación, ahora lleva a la modular CMF-B, compartida por ejemplo con el Arkana (ver prueba). Incluso ya no está diseñado por van den Acker, aunque parezca que sí. Esta evolución estuvo a cargo de dos integrantes del equipo dirigido por él, se lo encargó a dos coterráneos de la marca francesa: Pierre Sabas en el caso del estilo exterior, mientras que por dentro, la tarea estuvo a cargo de Magali Gouraud.