Probamos al Mazda CX-5: Jinba-Ittai para la familia

lunes, 2 de septiembre de 2019



Evaluamos a la segunda generación del Mazda CX-5 en su variante 2.5 SKYACTIV-G AWD Extra Full A/T.
Aunque ya hace dos años que existe la segunda generación del Mazda CX-5, recién ahora visitó el garage de Autoblog. Y lo hizo en su versión más equipada y potente de la gama, la 2.5 SKYACTIV-G AWD Extra Full A/T. Pero antes de analizarlo, un pequeño repaso sobre la filosofía de la marca.

Las marcas japonesas suelen utilizar a su idioma para definir filosofías de marca. Por ejemplo, en Toyota o Nissan existe el concepto de "Kaizen", que significa un proceso de mejora continua basado en acciones concretas, simples y poco onerosas, y que implica a todos los trabajadores de una empresa, desde los directivos hasta los trabajadores de base. También está en Lexus, que utiliza la palabra "Takumi" para definir a sus maestros artesanos que confeccionan interiores.

Pero la que más usa (y abusa) de sus raíces etimológicas niponas es Mazda. "Kodo" y "Jinba-Ittai", son palabras en japonés que definen por un lado al lenguaje de diseño actual de la marca (que significa "alma en movimiento" en español) mientras que el otro tiene una acepción un poco más global y filosófica que refiere a la unión entre el vehículo y su conductor.


Según Mazda es un concepto que se inspira en el mundo de la hípica, por la relación entre el caballo y su jinete. Pero para entenderlo mejor y de forma correcta, hay que irse a lo más profundo de las tradiciones japonesas. Porque en sí, el termino "Jinba-Ittai" proviene de los arqueros conocidos como Yabusame, quienes tenían que practicar su puntería tirando al blanco mientras montaban un caballo en movimiento. Es cierto, algo de hípica hay, pero es un concepto más cercano a la arquería.

Como el jinete tenía ambas manos ocupadas con el arco y flecha, era necesario tener una conexión con el animal para conservar la trayectoria ideal y no caerse al piso. Por tales motivos, en la práctica el jinete tenía que dar instrucciones de giro al equino con el simple hecho de girar levemente su tronco, es de ahí que sostiene que ambos lograban una unión armónica. Y eso es lo que Mazda intenta transmitir con sus vehículos.


Es cierto, cuando esto sucede lo primero que se nos viene a la mente es el MX-5 (o Miata, como le dicen en América) y su famosa diversión y control de conducción que ofrece, por ser un roadster biplaza de tracción trasera, caja manual (algunos herejes lo compran automático, shame on you) y un peso reducido que le garantiza agilidad y entretenimiento constante incluso a velocidades legales o muy por debajo de ellas.

El problema es que Mazda no solo vive de un pequeño roadster y su gama local va desde un hatchback de segmento B como es el Mazda2 (ver prueba), pasando por el compacto Mazda3 (ver prueba), y siguiendo con SUVs como los CX-3 (ver lanzamiento), CX-5 (ver lanzamiento) o CX-9 (ver lanzamiento), que se alejan un poco más de la filosofía de un vehículo pensado para el conductor.


Sin embargo, con el antecedente de haber manejado al CX-5 en su primera generación (ver prueba), doy fe que es uno de los SUVs compactos que mejor transmite esa "diversión de manejo". Aunque no está ni cerca de serlo frente a un MX-5 (ver Focus Group), sí es un vehículo bastante más entretenido de utilizar que muchos productos similares que dicho sea de paso, abundan en este segmento en términos de "no-diversión". Son vehículos familiares y punto.

El CX-5 anterior fue (y sigue siendo) uno de los SUVs compactos preferidos de Autoblog. En 2017 se lanzó su segunda generación y durante todo este tiempo, por cuestiones de agenda, ausencia de unidades de test en flota, viajes míos y otras yerbas, no había podido evaluarla como se merece. Por eso, aprovechando este impasse de novedades en 2019, es que le pedí a la gente de Mazda Uruguay que me facilitara una unidad así puedo volver a experimentar lo que es el concepto de "Jinba-Ittai" aplicado a un vehículo pensado para la familia. La evaluación completa del nuevo CX-5, en unos días más.