Probamos a la Maserati Ghibli: una celebración para los sentidos

lunes, 4 de abril de 2016



La próxima prueba de Autoblog será la número 100 y por eso decidimos celebrarlo con algo muy especial: una Maserati.
Y un día pasó el automóvil Nº 100 por el garage de Autoblog. Para celebrarlo a lo grande, tuvimos la suerte de ser el único medio uruguayo que probará al último lanzamiento local de Maserati, la Ghibli. A continuación el adelanto de una prueba muy especial. Y también una historia de amor.


Hace dos años atrás mientras estaba manejando por las calles de Ginebra en ocasión de ir a cubrir el Salón del Automóvil de esa ciudad me maravillé con la cantidad de Maserati Ghibli que circulan por esas calles. Muchísimas. Más de las que podría ver en toda mi vida. En ese viaje comencé a alimentar aún más el gran cariño que tengo por esa marca y en especial por ese modelo porque es a los sedanes ejecutivos lo que Pink Floyd es al rock clásico: un experimento nacido de la locura.

Solo una marca como Maserati se atreve a meterse en una parte del mercado donde abundan las corbatas y los trajes, para agregarle un poco de cabellos despeinados y sonidos estremecedores. Le quitaron al segmento E la seriedad de las berlinas alemanas y le agregaron el drama que solo los italianos saben imprimirle a lo que hacen. Por eso adoro a este modelo. Por ser un forajido temperamental entre yuppies grises. No sé si me explico todavía: es una berlina con una mecánica producida por Ferrari.


Luego de volver de Suiza, y más tarde en ese mismo año, tuve la dicha de ser uno de los invitados que Mercedes-Benz Uruguay llevó al Gran Premio de Brasil. En el paddock VIP de Interlagos, Maserati tenía un stand con dos vehículos, una Gran Cabrio MC Stradale en un rabioso color amarillo, y al lado, una Ghibli SQ4 en un discreto negro intenso. Y volví a enamorarme de esa ragazza.

Mientras caminaba hablando de bueyes perdidos con Martín Pérez, gerente comercial de Mercedes-Benz Uruguay (ahora también de Maserati) me comentó muy someramente que Autolider estaba pensando en importar a la Ghibli a Uruguay, aunque todavía estaban conversándolo con la fábrica. Mientras respiraba el cuero Poltrona Frau de esa unidad de color nero, mi respuesta fue automática: "si la llegan a importar, por favor empadronen una para probar, ¡por favor!".


Les voy a ser honesto: lo dije con la inocencia de un niño esperando a Papá Noel el 24 de diciembre a la noche porque entendía que jamás iban a poner en mis manos un auto que vale lo mismo que un apartamento. Martín se rió ante mi insistencia, y me dijo "ya veremos, ya veremos...". 

El tiempo pasó y Maserati tuvo un pequeño renacimiento en nuestro mercado, y efectivamente, dos años más tarde de esa conversación bajo el calor achicharrante de San Pablo se hizo realidad. La Ghibli estaba a la venta oficialmente.


Un par de semanas antes del lanzamiento y de que publicara la nota correspondiente (ver lanzamiento), desde Autolider me avisan que están preparando un evento con test drive incluido en Punta del Este a mediados de enero. Verano, autos italianos con mucha potencia, sol, playa. Una combinación ganadora. Y lo fue (ver nota). Pero también se trató de una vuelta de algo más de una hora, por lo que para un ansioso como quien suscribe, todo pasó muy fugazmente.

Por aquellos días posteriores a las fiestas de fin de año, en donde uno tiene más tiempo libre que de costumbre, se me dio por contar en el archivo la cantidad de autos que habíamos probado (tanto Facundo Puig, ex-editor de Autoblog, como yo) y descubro que el sitio estaba llegando al centenar de pruebas realizadas. Cien autos en cinco años y monedas. Esto merecía un festejo a lo grande, porque quién sabe si habrá una prueba Nº 200.


Cuando llegó la fecha del lanzamiento no lo dudé. Hay una Ghibli empadronada, se la están prestando a la prensa para el día del evento, estoy por llegar a la prueba número 100... Todo cerraba demasiado bien. Le comenté todo esto a la gente de Autolider y producto de mi insistencia desde 2014, y especialmente para que los dejara un poco en paz con ese tema, me dijeron que sí. Y lo que le añade un toque más especial: sería el único medio local al que se la prestarían para hacer un test a fondo. Entonces ahí mi inocencia navideña se hizo realidad. Pero en un 8 de marzo.

Fue un solo día, no cuatro o cinco como es de costumbre. Pero no me importó en lo más mínimo eso. Retiré a la Ghibli a las 7 de la mañana y la devolví a sus dueños a las 7 de la tarde. Le grabé en apenas 12 horas, 486 kilómetros en el odómetro, mientras que ella grabó un recuerdo indeleble e intenso en mi memoria. Pero para saber qué tan buena estuvo esta celebración para los sentidos, tendrán que esperar hasta el próximo viernes.