Apuntes de un día con los clientes AMG de Mercedes-Benz

miércoles, 9 de diciembre de 2015



Mercedes-AMG invitó a sus clientes a pasar el día en Garzón. Y hasta allá fuimos a acompañarlos.
Tras haber pasado un sábado con los clientes de SUVs de Mercedes-Benz, ahora nos tocó acompañar a los de Mercedes-AMG para visitar con ellos el establecimiento Agroland en Garzón. A continuación tendrán la crónica del día, además de un "deporte extremo": seguir una caravana de AMG.

Hace una semana atrás había participado de una travesía off-road con la gente de Mercedes-Benz (ver nota) y entre charlas supe que el sábado siguiente había otra actividad, pero con los clientes más exclusivos de la marca: los que compraron un Mercedes-AMG.

"¿Querés que te apunte para ir?" me dijeron. La respuesta fue un sí grande como el par de un modelo AMG. Sin saber dónde sería, a qué hora ni nada. Simplemente dije "sí, anotame". A mediados de la semana llegó la invitación formal. El evento sería el sábado 5 de diciembre y se iría desde el local de Autolider en Carrasco, hasta el establecimiento Agroland, en Garzón.


Preguntaron si iría por mi cuenta, y también dije que sí. El pasado fin de semana la gente de Fiat me prestó un Punto Essence 1.6 16v para que lo testeara (verán esto más adelante), y en mi cabeza imaginaba ir a Garzón, hacer las imágenes del evento de AMG y de paso, las de la prueba del pequeño Fiat. En palabras de Jeremy Clarkson, ¿qué podría salir mal?

Llegó el sábado y allí estaba antes que cualquiera de los invitados. Otra vez, al igual que en la travesía off-road, mi ansiedad me llevó más rápido que un auto. A medida que iba avanzando la mañana, comenzaron a llegar los clientes AMG. Solo que no todos eran AMG. Aparecieron algunos C 63, un ML, un par de CLA, un A 45, unos GLA, y mis preferidos: dos E 63. Uno de ellos, E 63 S. Mis respetos a sus dueños, tienen más buen gusto que unos cuantos. Y también una billetera ancha para acompañarlo. El otro que merecía mis reverencias es un cliente de tres AMG que jugó una carta distinta al resto: cayó con una Giulietta QV. Ojalá algún día me invite a su garage aunque sea a tomar la merienda.


De todas formas, el premio al extravagante del día no se lo llevó esa Giulietta rossa. Fue cuando llegó otro "no-AMG". Uno de los pocos Mercedes-Benz SLR McLaren vendidos en nuestro país. El negro. Ese que seguramente viste en algún posteo de redes sociales, o que te contó un amigo que se lo cruzó en la calle, o te acribilló a mensajes de Whatsapp con fotos del auto diciéndote "¡qué nave!". Ese mismo. No era AMG. Pero al igual que a la Alfa QV, a sus dueños se les perdona todo.

Antes de un ligero desayuno, y que todos los invitados estuvieran prontos para salir, la gente de Mercedes-Benz me llamó para decirme la frase más feliz del día: "vení, vamos a armar la fila de salida con la SLR, subite". Nuevamente dije que sí, sin dudarlo. Esta vez con más ímpetu que las veces anteriores.


Si bien no puedo catalogarlo ni de contacto o de prueba de manejo, dado que fui de acompañante, la experiencia de recorrer unas cuatro cuadras (dos de ida y dos de vuelta) en el SLR no se me va a borrar jamás de la mente. La aceleración que experimenté es completamente distinto a todo lo que me subí. Uno pierde la noción de la velocidad que genera, pero increíblemente al mismo tiempo es consciente de que vas como si te sentaran sobre una pelota de tenis arrojada por Novak Djokovic de un raquetazo seco.

Me bajé con una risa tan nerviosa como estúpida, y tratando de no tropezar ninguna parte de mi 1,80 de humanidad con las vistosas -pero poco prácticas- "alas de gaviota" que ostenta por puertas. Mi expresión facial seguramente era similar a la de un adicto al chocolate al que le acaban de regalar uno de esos Toblerone que pesan 4,5 kg. En fin, creo que fui feliz por unos cuantos minutos. O debería decir segundos, ya que duró poco. Pero fue todo muy intenso.


Bajada la adrenalina con un poco de jugo de naranja del desayuno express que hicimos todos, me subí al móvil (el Punto), y nos repartieron handys a cada auto para ir guiándonos de camino a Agroland. Entre las muchas instrucciones de seguridad que la gente de Autolider nos dio para poder pasarla bien pero con responsabilidad, estaba que intentáramos mantener una fila cercana entre todos los autos para no perder señal con los handys.

Y allí me cayó la ficha del error de haber dicho "sí" una semana atrás sabiendo con qué auto iba a hacer el recorrido. Tenía que seguir de cerca una caravana de autos donde el más "escuálido" de potencia tenía unos 184 cv (un C 200 de la flota de Autolider) y el más "rellenito" unos bestiales 626 cv (el SLR). Y en la otra esquina, quien les escribe en el Punto y con sus humildes 115 cv.


El desafío estaba planteado. Mantenerse a tiro con los AMG y el resto de la caravana, o depender de Google Maps y la conexión de mi smartphone. El camino era sencillo de seguir de todas formas: Interbalnearia hasta Pan de Azúcar, y luego tomar Ruta 9 hasta el kilómetro 175,500. Nuevamente cito a uno de mis ídolos, Jeremy Clarkson: ¿qué podría salir mal?

Casi todo. Durante los primeros 100 kilómetros pude seguirle el paso a dos C 63 AMG que iban religiosamente cerca del pelotón a una velocidad constante y moderada. Una vez que llegamos al cruce de las dos rutas, paramos para agrupar a los equinos y proseguir hasta Agroland, ahora sí, en plan non-stop.


Fue en ese momento en el que el Fiat hizo de tripas, corazón, y se quedó tranquilo al final de la fila. Muy al final. Los dos C 63 "de referencia" adelantaron a otros dos autos que iban por la Ruta 9 y directamente los perdí en el horizonte. Por un par de kilómetros intenté seguirlos como un patito corre desesperado atrás de su madre, haciendo que el Punto gritara como un soprano. Pero me fue imposible. Ya estaban demasiado lejos. El handy seguía vivo, pero emitía estática junto con algunas palabras entrecortadas como si del otro lado estuviera el Pato Lucas comiendo gofio.

Entonces fue cuando tuve que trazar un cambio de planes rápidamente y por el bien de mi seguridad y la del auto, que les recuerdo, era prestado. Puse el velocímetro clavado en 105-110 km/h, apagué el handy, puse un pen drive que llevé con bastante música, y me dispuse a disfrutar de la Ruta 9 y sus espectaculares vistas. Ah, y aproveché a probar al Punto y al ritmo de sus 115 cv en modo relax.


Una vez que llegué al kilómetro 175,500, estaba toda la caravana detenida en la entrada hacia Agroland. Esperando a algunos rezagados (entre ellos el redactor de esta nota) e intercambiando cuentos del camino recorrido hasta ahí en plan "ibas adelante mío y te perdí, cómo camina esto, ¡juas!". Al menos no me sentía solo en esa situación de quedar atrás. Consuelo de tontos que le dicen.

Ya reagrupados salimos rumbo a Pueblo Gazrón, para posteriormente llegar a Agroland. Y ahí fue cuando cambié de opinión en haber ido con el auto que fui. Mientras los dueños de los AMG iban a 10 km/h por los caminos de tierra deshechos que hay en esa zona, con el Punto iba alegre a unos 50 km/h sin siquiera transpirar. Coman polvo Mercosur, alemanes.


Pasado el control de entrada, llegamos a Agroland, que tiene bien ganado su apodo de "pequeña Toscana". Se trata de un establecimiento con más de mil empleados que trabajan tanto en el área forestal, como ganadero, y de energía eólica. Pero sus dos especialidades son los olivos y las vides. Hay unos 300 mil olivos y 200 hectáreas de viñedos, acompañados por almendros y castaños también.

Allí nos recibió una fauna autóctona, con carpinchos y otros animales, mientras que también nos esperaba otra fauna, pero alóctona: CLS 63 AMG (ver lanzamiento), C 63 AMG W204 (ver lanzamiento), C 450 AMG Sport (ver lanzamiento), y un AMG-GT (ver lanzamiento). Esto, sumado a los casi 30 vehículos Mercedes-Benz que habían llegado al lugar. Ah, y un Fiat de prensa, claro está.


La jornada siguió con un generoso almuerzo (empanadas, quesos, brochettes, y otras delicias campestres) para reponer las energías de los conductores y sus acompañantes, y con el arribo de otros ejemplares que al igual que el SLR, no llevaban la grifa AMG estampada, pero que se los dejaba pasar, porque a los mayores se los respeta. Llegaron a Agroland dos 280 SL en un estado de conservación envidiable. Uno con el techo "Pagoda", y otro descapotado. Sin temor a equivocarme, esos dos dueños son los que trajeron los autos perfectos para este lugar.

Luego de la comida, nos invitaron a una visita guiada por el establecimiento, para conocer detalles de la producción de aceite de oliva y darnos una ligera clase de "catadores" de este producto mediante algunos consejos y comentarios. Una vez terminado se podía optar dar un paseo en tractor por los olivares, o directamente irse cada uno a sus casas.


En mi caso opté por lo segundo, ya que se avecinaba una tormenta y aún no había hecho mis fotos del Punto en Garzón. Limpié el auto (los precavidos siempre llevamos elementos de limpieza en nuestros autos de prueba para las fotos) y me dispuse a ir hacia el pueblo a hacer las tomas. Pero antes, saludos mediante a la gente de Mercedes-Benz por la invitación y el paseo, me llevé un Tannat "Colinas de Garzón" cosecha 2014 de regalo, al no poderlo haber consumido durante la jornada por razones obvias.

Nuevamente, en el camino de regreso fui adelantando a varios AMG en el camino de tierra, casi que burlándome de ellos con sus múltiples seteos de suspensión inútiles ante los caminos rurales de Maldonado y su ripio destroza neumáticos. Paré en un par de lugares, hice mis fotos para la nota del Fiat, y seguí viaje. Una vez que toqué el asfalto de la Ruta 9 otra vez, se tomaron revancha los dos E 63 pasándome en fila como un poste, y dejándome en el horizonte de sus retrovisores como un Punto chiquito. Pero como consuelo de mi derrota, bajé la ventanillas y me regalaron una sinfonía de dos V8 haciendo gárgaras con combustible, simplemente inolvidable. Al final del día, ganamos todos.



















Video: Mercedes-AMG en Agroland
AMG Experience from STUDIOS ROFF on Vimeo.