Evaluamos por más de 360 km al Mitsubishi Mirage. Esta semana, la prueba completa. |
Las marcas de autos trabajan como un cerebro. Dependiendo de sus raíces tienen más o menos desarrollados sus hemisferios. Aquellas de origen alemán, por ejemplo, suelen asociarse más con el izquierdo, por tener un predominio de la función por sobre el diseño. La italianas, por ejemplo, están más ligadas al derecho, asociado a las emociones y lo estético. Y por otro lado, está el caso especial de las marcas japonesas, que juegan indistintamente con ambos conceptos.
Muchos tendrán en su memoria al Mitsubishi Colt. Muchos más, a las versiones GTi de comienzos de los 90, con impulsores de 150 cv, unos verdaderos hot-hatchbacks. También era el tiempo de las grandes hazañas en el Dakar o mismo en el Campeonato Mundial de Rally con Tommi Mäkinen al volante, por ejemplo. Ni hablar de los Eclipse o el GT 3000 en su momento. Todo eso estaba hecho para generar emociones.
Por otro lado, Mitsubishi tenía en nuestro mercado también por aquellos días, productos como las Montero, los Galant, e incluso los Lancer, vehículos 100% pensados para durar en el tiempo, casi no tener que hacerles mantenimiento y de confiabilidad probada. Además en aquellos días, era una de las pocas marcas con 3 años o 100.000 km de garantía. Sus diseños no eran los más llamativos, pero el que buscara un auto lógico, sin caer en Toyota o Nissan, y con un precio amigo del bolsillo, decantaba su decisión por Mitsubishi. Todo era un manifiesto a la razón.
Los tiempos cambiaron, y la gama de pasajeros de Mitsubishi, al menos en el mercado local, está sufriendo una gran transformación. De contar solo con los Lancer y Outlander, productos de una franja de precios medio-elevado, ahora hay un integrante popular encargado devolverle el aire que le faltaba a la marca hace años: el Mirage. Y esto promete ser una conquista del hemisferio izquierdo por sobre el derecho dentro del cerebro japonés.
Posicionándose en la parte más económica del segmento B tradicional, es decir, la que todavía no supera los 3,75 m de largo, ni la barrera de los 22 mil dólares, el Mirage se presenta como un modelo pensado en la practicidad de uso. El Colt también hacía eso, pero en sus primeros días, al igual que los primeros productos japoneses en invadir América. A mediados de los 90 pusieron en su lista de prioridades ser bonitos y confiables, por encima de todo.
Mientras los rivales del Mirage usan su diseño como arma para ser más juveniles, modernos, o atrevidos, el producto de Mitsubishi busca ser un medio de transporte económico, y accesible para evitar los clásicos problemas de movilidad urbana y con consumos -que en los papeles- sean dignos de un mechero Bunsen.
Hoy Mitsubishi intenta seducir a la parte más racional del segmento B, dentro de un mercado plagado de eslóganes publicitarios que dicen que te vas a sentir más joven usando tal auto, aunque ya tengas nietos, y decisiones basadas puramente en lo emocional y lo estético. ¿Podrá el hemisferio izquierdo seducir al derecho? Habrá que leer la prueba del Mirage en Autoblog esta semana.