Probamos a la Toyota Hilux: respetando las tradiciones

lunes, 14 de marzo de 2016



Nos subimos a la octava generación de la Toyota Hilux, ahora para evaluar a la versión naftera.
Tras haberla probado en su lanzamiento regional y local, volvimos a subirnos a la Toyota Hilux pero ahora en su variante nafta y en territorio nacional. Durante cuatro días y más de 560 kilómetros evaluamos a la líder del segmento para conocer a fondo a su mecánica 2.7 VVT-i de 166 cv de potencia.


Personalmente siempre le tuve un respeto a la Hilux diferente al que tengo con otras pick-ups medianas. No por simpatía ni favoritismo. Solo porque la historia ha probado que es un producto sólido, duradero, y confiable. Dejando los gustos aparte, ese tipo de cosas deberían ser argumentos suficientes para reconocerle a una marca que hizo las cosas bien durante mucho tiempo.

Con llegada de cada generación Hilux en la industria todos los rivales paran la oreja y se ponen inmediatamente a trabajar para igualar y/o mejorar a ese producto que pone la meta a seguir en ese momento. Eso en Toyota lo saben muy bien, por eso en este modelo no se deja nada librado al azar. A tal punto que seguramente ya estén desarrollando a la nueva Hilux a brazo partido mientras escribo esto. Sí, los japoneses son así de metódicos y anticipados.


Si bien en algunos modelos de la marca pueden haberse cometido errores a lo largo de los años, pecando de diseños poco "emocionales", o con un sobreprecio en comparación a sus rivales, la realidad es que con la Hilux son todos fueron y son goles de mitad de cancha. Sea la generación que sea, la tradición del modelo se convierte en ventas. Incluso si el diseño no es jugado, o si es la más cara de todas las medianas. No importa. Hilux siempre vende más que el resto y sigue siendo la referencia.

"La Hilux es la Hilux" es casi un lugar común. Es más, es una marca en sí y casi que la definición de pick-up mediana por antonomasia. Asociada al campo como pocas, la Toyota fue la encargada de heredar un pasado dominado en nuestro mercado por marcas americanas (Ford y Chevrolet principalmente) con camionetas grandes como fueron las F-100 o C-10.


De un tiempo a esta parte los criterios de uso de una pick-up se fueron modificando. De ser solo una herramienta de transporte y trabajo, a tener también una demanda como vehículo familiar y hasta recreacional. De la rusticidad de una camioneta a buscar combinar eso con el andar y la comodidad de una berlina.

Los SUVs, con o sin intención, han ido contaminando (en el buen sentido de la palabra) a todos los segmentos del mercado. Desde los citycars hasta las pick-ups. Piénsenlo dos segundos y verán que es cierto. Ahora tenemos "andar de berlinas" en camionetas pensadas originalmente para cinchar de una tolva, o "capacidades off-road" en un citycar pensado para cargar bolsas de papas fritas en el súper.


Hilux siempre permaneció lejos de esos modismos porque es un producto que se sustenta en su tradición utilitaria. Es uno de los pocos "no-infectados". Cuando la probé en Mendoza el año pasado (ver contacto) decía que si bien se suavizaron las suspensiones, se la sigue sintiendo como lo que es, una pick-up pensada para maltratarla hasta el hartazgo. Eso es respetar a las tradiciones que la hicieron tan célebre.

Otros fabricantes buscan disfrazarlas con selectores de cambios tomados de sedanes, y suavizar las suspensiones de vagón de tren que siempre tuvieron las camionetas, a costa de atraer a un público que hasta ahora solo usaba berlinas o SUVs. No es el camino que sigue Toyota. Nuevamente sus seguidores (casi feligreses ortodoxos a estas alturas) lo respetan, piden, y aprecian como nada en el mundo.


Sin embargo, y un poco a contrapelo de lo que buscan algunos "toyoteros de ley", en esta octava generación a su vez encontramos un modelo más refinado, moderno, tecnológico, y mejor terminado que el anterior, pero manteniendo conservar su mítico halo de fierro interminable que tiene desde hace casi 50 años. ¿Por qué? Porque las tradiciones se respetan y lo que piden los clientes, más.

Como hace algunos meses atrás habíamos podido probarlo solo con la mecánica turbodiesel y en las sierras cuyanas de Mendoza y acá en la presentación local, ahora que pasó un poco la euforia del lanzamiento, nos dispusimos a probarla nuevamente pero con una motorización naftera 2.7 con 166 cv de potencia. Y la prueba completa podrán leerla el próximo viernes.