Diario de viaje: las 1000 Millas 2021 según Autoblog

martes, 19 de octubre de 2021



Autoblog y A Todo Torque participamos de las 31ª 1000 Millas Históricos y Sport con esta Alfa Giulia.

Hoy se cumple el 11º aniversario de Autoblog. Y para celebrarlo, la semana pasada participamos junto a mi colega/hermano de A Todo Torque de la edición 31ª de las 1000 Millas con una Alfa Romeo Giulia, que además será el protagonista de la próxima prueba. Diario de viaje completo, a continuación.
Lunes 11: la previa

12:30 hs: Momento de poner el equipo en marcha. Fui a retirar los números de nuestro móvil (el Nº 12) al Club Uruugayo de Automóviles Sport (CUAS). También allí recibí algunos regalos y chalecos para la tripulación ATT-Autoblog, compuesta por el editor de este blogcito cumpleañero y mi compañero de ruta, compinche y hermano de la vida, Emiliano Cameto, director y fundador del sitio colega A Todo Torque. Almuerzo veloz y primer tramo de ruta con el "long termer" de Autoblog, el Chevrolet Tracker rumbo al Oeste y en su última semana conmigo. Habrá novedades pronto al respecto de lo que se viene.

17:05 hs: Si bien la competencia arrancaría recién el miércoles, este fue el día del retiro de la unidad para asistir a las 1000 Millas. Con "don Cameto", iniciamos el viaje para ir a buscar a nuestra Giulia desde su tierra natal, San José de Mayo, hasta Punta del Este. Porque sí, el 50% de la tripulación estaba en el Sur-Oeste y la otra mitad en el Este. Y como verán, arrancamos metiendo unos buenos kilómetros.

En la ciudad-balneario, nos esperaba al final del lunes la gente de Alfalider y Signature Detail, que muy gentilmente nos preparó la bella Alfa Romeo Giulia 2.0 Turbo 200 AT8 Distinctive que ven en las imágenes para la ocasión, con un hermoso livery diseñado por Federico González. La tripulación que decidimos bautizar "Triple A" (por A Todo Torque-Autoblog-Alfa Romeo) estará agradecida eternamente por la amabilidad, buena disposición y buena onda de todos ellos para apoyar esta locura. Y qué mejor que hacerlo en la última novedad de la empresa. ¡Mil gracias!


Miércoles 13: ¡largamos!

08:45 hs: Comenzamos el primer día de carrera aprontando a la Giulia para la ocasión, con vinilos y adhesivos de la competencia, previo a llegar al parque cerrado en el estacionamiento del Punta Carretas Shopping. Pasé a buscar a mi compañero de ruta y emprendimos viaje hacia ahí.

09:30 hs: Empiezan a largar las tripulaciones. Luego de la entrega de relojes, hojas de ruta y un “espresso for the road”, comenzamos a rodar una hora luego de que saliera el primer vehículo. El tránsito montevideano conspira con la regularidad a estas horas de la mañana, pero no sería el único factor que nos haría dar a entender ese día que las 1000 Millas son cosa seria. Incluso participando en plan “relax” y en la categoría menos exigente de todas: “velocímetro standard”.

11:45 hs: Ya fuera de la ciudad, comenzamos a circular por la zona del santoral, en Canelones. La inexperiencia de esta tripulación le llevó a entender que el primer tramo cronometrado comenzaba en esa zona. Sin embargo, cuando nos hicieron entrega del reloj y la hoja de ruta, la gente del CUAS amablemente nos explicó que estaban usando por primera vez un equipo digital (sí, año 2021) compuesto por un smartphone y la hoja de ruta clásica, de papel. El aparatito sonaría 45 segundos antes de la etapa cronometrada para hacer el respectivo “taqueo” o marca de tramo cronometrado. Pero durante los primeros 5 o 6 (francamente no recuerdo), marcamos “papas y boniatos”.

12:05 hs: Llegamos a San José, con parada técnica para una ida al baño y aproximadamente unos 15 minutos para almorzar. Con mi hermano de ruta somos una dupla de placeres simples, así que almorzamos unos refuerzos de salame y queso, con unas galletas de limón de postre. Luego el resto del camino lo completaríamos con golosinas y chicles, además de las mejores playlists musicales, armada por el más genial curador musical que conozco: mi copiloto. Lo que se dice, todo lo necesario para pasarla bien.


14:30 hs: Nueva parada para estirar las piernas, ahora en Trinidad. Algo que quiero remarcar es que como montevideano siento que no se le da la importancia a las 1000 Millas que tienen en el interior. Si bien la convocatoria en el parque cerrado fue buena, no se compara con cada pueblo por donde pasamos. Ahí había siempre un grupo de personas, en especial niños, esperando el pasaje de las tripulaciones. Los saludamos con un amistoso toque de bocina y cambio de luces, respondiendo ellos con saltos y gritos. Considero que ese ambiente de buena onda es lo que atraviesa a las 1000 Millas de forma horizontal. Y que la hace ser una competencia tan especial.

16:45 hs: Ya con el cronómetro dominado por mi copiloto, al punto tal que jugábamos a ver en qué kilómetro comenzaría a sonar antes del “taqueo”, se empezaron a suceder los primeros “autocontroles” dentro de cada etapa cronometrada. Al día siguiente nos enteraríamos de que algunos los acertamos sin un solo segundo de penalización. Otros le erraríamos por una cantidad de tiempo sideral. ¿Nos importaba? Claramente no. Vinimos a divertirnos como dos amigos en un auto genial. Y eso no nos lo iban a robar los relojes.

17:30 hs: Todavía estábamos lejos de Salto, destino final de la primera etapa. Sin embargo, comenzamos a sacar cuentas por kilometraje y velocidad de ruta. Lo que a cualquier ser humano normal le lleva entre 5 y 6 horas entre la capital y ese departamento, al ritmo de regularidad se traduce en el doble de tiempo. Sinceramente nunca pensé que un día iba a poner 11:51 hs para ir de Montevideo a Salto. Lo bueno es que la Giulia resultó ser un instrumento ideal para semejante hazaña. No estaba cansado de conducir ese tiempo casi sin interrupciones. Pero mi copiloto y yo, estábamos pidiendo de rodillas una ducha caliente, algo de cenar y una cama mullida.


18:55 hs: La luz solar empezaba a irse y todavía nos quedaban por delante más de 3 horas y media de ruta por delante. Se le había advertido a las tripulaciones que la entrada al hotel Altos del Arapey estaba en muy (muy) mal estado. Durante los días previos a la competencia incluso advertían de que ese tramo se hiciera en condiciones de velocidad baja para no romper nada de los autos. Pero si a esto le sumamos una iluminación vial directamente nula, el desafío iba a ser doble.

20:45 hs: Arribamos a Salto, con la última etapa anulada, dado que la noche estaba sobre nosotros, así que la organización, muy inteligentemente, decidió no cronometrar el tramo final. Allí se hizo una parada de 30 minutos para cargar combustible y hacer entrega de la primera tanda de alimentos no perecederos que la carrera donó en este departamento. Una vez finalizado esto, podíamos emprender viaje hacia el hotel. Y también se volvió a hacer hincapié en tener mucho cuidado al ingreso.

21:10 hs: Empezó lo que a mí entender, fue la parte más tortuosa del primer día: la llegada al hotel. El camino que lleva al Hotel Altos del Arapey había sido emparejado por una niveladora el día antes. Sin embargo, las lluvias de la noche previa a la competencia, se encargaron de barrer literalmente todo el relleno. Y el panorama era devastador: pozos, surcos y piedras en punta eran el menú de la noche, sumado a una ausencia total de iluminación o demarcaciones viales. Una versión a escala de una ruta en una zona de guerra, más o menos. En total hicimos 592 kilómetros de competencia en 11 horas y 51 minutos. Un montón. A modo de referencia, el domingo tras finalizar la competencia demoramos menos tiempo yendo de Salto, a Punta del Este y luego a Montevideo.

21:55 hs: Entregamos el cronometró a la organización y llegamos unos 29 minutos luego al hotel, en una carrera de baja velocidad y esquivando obstáculos viales, animales salvajes y algunos competidores con la mala suerte de haber roto un neumático en este camino. Pasados estos inconvenientes llegamos al hotel con la Giulia sucia, nuestros ojos rojos como su carrocería, pero de cansancio, y la moral alta porque nos divertimos bastante igual. Fue un viaje largo. Y sin dudas el más extenso que hicimos en territorio nacional para ambos. Ducha, cena y a dormir. Mañana será otro día.


Jueves 14: una Giulia cargada de segundos rumbo a Bella Unión

09:30 hs: Nos fuimos a la largada tras el desayuno con la noticia de que el día anterior habíamos tenido una primera etapa tan “complicada” como lo imaginamos: quedamos últimos en nuestra categoría. Mientras el ganador de la etapa había penalizado con 13 segundos en una competencia de 11 horas, nosotros fuimos por todo y penalizamos 108. Recuerden que fueron nuestras primeras 1000 Millas. Tengan paciencia.

10:39 hs: Apostados en la destruida Ruta 3, estábamos dispuestos a salir a completar la Etapa 2 de competencia con un tramo que iba desde el hotel hasta Bella Unión, donde se realizaría además una entrega de alimentos no perecederos. En mis 33 años jamás había llegado tan lejos con un auto dentro de Uruguay. Y la Giulia parecía la elección ideal para ir de Sur a Norte del país. Una vez que el cronómetro marcó l hora de largada, pusimos destino hacia Artigas.


12:06 hs: Llegamos a Bella Unión con un gran recibimiento por parte de la ciudad. Calles cerradas para nosotros, policía de tránsito indicando el camino y muchos artiguenses saludando y aplaudiendo a la caravana de las 1000 Millas. Fue hasta este momento el recibimiento más cálido que tuve al llegar a un lugar jamás. En la calle del municipio estacionamos nuestras máquinas y la gente pedía para sacarse fotos con la Giulia y otros autos. Pero nuestra Alfa, fue una de las más requeridas, en especial por los niños. Es más, llegué a escuchar a uno diciéndole a su madre: “¡mirá má, una Ferrari!” Fue un momento muy especial.

14:45 hs: Terminada una larga parada en Bella Unión, que algunos usamos para almorzar y otros para hacer compras de free shop, emprendimos el regreso a Salto nuevamente. El camino era casi el mismo que de ida, con varios tramos en obra dentro de la Ruta 3. Siempre me habían dicho que las rutas y caminos en el Norte estaban en mal estado. Pero nunca, jamás me habría imaginado que era tan terrible. Si bien nuestra Giulia tenía neumáticos con perfil 50, carece de auxilio. Acá es cuando mis reclamos de auxiliares del mismo tamaño en las evaluaciones cobra todo el sentido del mundo.

16:55 hs: Llegamos al hotel en una etapa más corta que la del miércoles, y con un cambio en la tripulación: esta vez mi amigo fue el piloto y yo el navegante. No solo para hacernos más ligero todo el manejo, sino que esto es un trabajo de equipo. Es muy frecuente pensar que las carreras de regularidad se ganan o pierden por la pericia (o falta de) del copiloto. Pero esto es un esfuerzo o fracaso colectivo. Y en nuestro caso, no vinimos a considerarlo ninguno de los dos: solo vinimos hasta acá a divertirnos y pasarla bien.

17:15 hs: Cerramos la jornada con un plan ideal: piscina, merienda, cena y un lastimoso partido Uruguay-Brasil en la tele, mientras también se sucedía una noche de karaoke en el hotel. En el ínterin de este modo “bon-vivants”, comenzamos a reflexionar con la idea de competir los próximos dos días, pero sin utilizar el cronómetro. Es algo que muchos participantes de las competencias de regularidad practican cuando saben que sus habilidades no están a la par de los mejores, pero igual gustan de pasarla bien con amigos y autos. En esta edición 31ª de las 1000 Millas, ese grupo hasta tenía nombre: “Los Disidentes”. Mañana viernes veríamos si nos unimos a las más divertidas y copadas “ovejas descarriadas” o si seguiríamos firmes en el último lugar de la clasificación.


Viernes 15: nos volvimos disidentes en Villa Constitución

10:30 hs: Estacionados en la cabecera del puente sobre el Río Arapey Grande, un participante se nos acercó para pedirnos que “no le arruinemos su etapa” (usó otras palabras menos amables, igual) por querer ir a un ritmo más calmo que el de competencia, dado que estábamos en la otra punta de la clasificación. Es un gesto válido. Pero con mi compañero de equipo, nos pusimos a barajar la chance de ya no cronometrar y dedicarnos a disfrutar del paseo. Así que un par de kilómetros más adelante, tiramos el reloj al asiento trasero de la Giulia y lo dejamos correr solo. Aunque al final de la competencia él no llegó ni al último puesto del podio. Le deseo mejor suerte para la próxima. Para referencia, veníamos en el puesto 61 de la general. De 61 participantes en nuestra categoría. El señor venía entre los 10 primeros. Era entendible.

12:04 hs: Llegamos a Villa Constitución, ubicado al Sur de las Termas del Arapey, a medio camino de Salto capital. Es un lugar muy alejado del barullo de la carretera y también de la vida urbana. Casi un lugar detenido en el tiempo. Allí nos recibieron con una cantidad de niños de las escuelas de la zona aplaudiendo y gritando para que les toquemos bocina o saludemos. De nuevo, esto es lo que más vengo a disfrutar, la buena onda de la gente del interior.


12:45 hs: Nos reunimos con el grupo “Los Disidentes” que en sus tapabocas tenían grabada la solución a nuestras preocupaciones por la carrera: “No time, no rush” (no tiempos, no apuro). Son gente macanuda que viene a pasarla bien con sus amigos petrolheads. Es decir, el modus operandi que precisábamos con mi hermano maragato. Así que pusimos rumbo al primer parrillero publico disponible a orillas del Río Uruguay y nos dispusimos a cocinar carnes en un disco de arado. Planazo.

13:30 hs: Ya con el fuego en marcha, se nos acercó a la mesa del campamento bon vivant improvisado un niño de unos 12 años con su bici avisándonos que si precisábamos un baño, nos podían abrir el de la canchita de fútbol del pueblo. Le agradecimos y siguió viaje en su bicicleta. Al rato volvió con un amigo o hermano menor, y nos pidió para sacarse una foto con un Mustang del grupo y con nuestra Giulia. 

Accedimos con gusto y se subió a ambas posando cuál piloto. Un crack. Volvió a irse a su casa. Regresó una tercera vez, ahora con una hoja de cuaderno arrancada, y nos pidió nuestros autógrafos, además diciéndonos que se llamaba Juan Javier y que quería ser piloto de carreras. Fue un momento tan hermoso, que ojalá pueda contárselo alguna vez a mis hijos y nietos.


Es posible que Juan Javier no vuelva a vernos. Ni sepamos que será de su sueño. Pero estoy muy seguro de que se va a acordar del día que un Mustang, un 2002 ti, y dos Alfa, una 164 V6 Super con el glorioso V6 Busso y una Giulia 2021 le pararon a unas cuadras de su casa en Villa Constitución para que él pudiera sacarse unas fotos, llevarse unas gorras y caramelos, y autógrafos de unos bandidos que se escaparon de una competencia para comerse los mejores choripanes y húngaras del condado. Eso es lo mágico de las 1000 Millas. No los trofeos. Sino los recuerdos hermosos que te regala.

16:45 hs: Una vez limpiada la zona del almuerzo y un par de chistes verdes de por medio antes de la despedida, emprendimos retorno en caravana bon vivant hacia el hotel para aprovechar las últimas horas de luz del día para utilizar una de las siete piscinas termales del Altos del Arapey. Con mi hermano rutero pasamos un par de horas charlando relajados, pero sin antes ir a devolverle el reloj a la organización con las más sinceras disculpas que di en mucho tiempo: “perdoná, re colgamos almorzando y nos olvidamos del crono, tomá, no lo vamos a usar más”.


Sábado 15: “no time, no rush”

9:45 am: Recibí en mi celular los últimos resultados cronometrados con una sonrisa: estamos penúltimos pero ya sin competir. Es lo que tiene dejar de “taquear” referencias del camino: no hay forma de que sigas penalizando segundos. Así que el sábado, además de ser el último día de competencia, sería el primero que nos tomaríamos al pie de la letra bajo el mantra de “Los Disidentes”: “no time, no rush”. Luego de un generoso desayuno, ruta hasta Pueblo Belén en un rato (y no en las 3 horas de competencia que tardan en llegar) y solo disfrutando del paisaje, de las bondades dinámicas de la noble Giulia y de la buena música que mi hermano de ruta acostumbra poner en los autos cuando viajamos juntos. Lo que se dice, un gran plan.

12:30 hs: Hoy decidimos ir a la mitad de la etapa, hasta el pueblo artiguense de Tomás Gomensoro, en lugar de ir hasta Belén, que era el destino final de la cuarta etapa. Allí solo acompañaríamos al resto de los competidores, haríamos una recarga de combustible y conocer esa localidad. Fue una visita breve, pero pintoresca porque una vez más, nuestra Giulia fue el foco de varías fotos, entre ellas algunas que verán en este diario de viaje.

21:00 hs: Última cena junto a la entrega de premios de los ganadores de la competencia. La lista de tiempos y posiciones la tendrán más abajo. Pero a modo de spoiler, algo bueno: nuestro equipo no terminó ultimo. Tampoco penúltimo. Llegamos ante últimos, sin competir la mitad de la carrera. Tiene lógica, si dejás de penalizar segundos, no podés quedar más abajo. Fue una jornada final muy entretenida, e incluso durante la cena hubo una propuesta de matrimonio. Creo que era un digno cierre para cuatro días de disfrute total y luego de 2.312 kilómetros de test con la noble Giulia. Un recuerdo para toda la vida.


Conclusión

Para ser las primeras 1000 Millas, no puedo dejar de cuestionarme por qué no hice esto antes. Es una gran oportunidad de conocer nuevos lugares, gente muy buena onda y pasear con amigos en autos geniales. Está también el lado más competitivo, pero en lo personal, las 1000 Millas son más que eso. Es ir a un pueblito olvidado por la mano de la civilización a que una escuela rural entera salga a saludar y pedirte autógrafos o selfies con tu auto. Es llegar con alimentos para un comedor y que te digan “gracias” emocionados. Es compartir todo eso con tu compañero de viaje y que el recuerdo les quede grabado de por vida. Es el espíritu de camaradería de las charlas al costado de la ruta esperando para largar en una etapa. Es dejar de lado la vida ajetreada de la ciudad y cambiarla por una que va a 50 km/h de promedio disfrutando del paisaje. Es también la mejor competencia en la que tuve la dicha de participar. Y una a la que siempre que pueda, volveré todos los años.

Agradecimientos

A la directiva del CUAS por la invitación, pero en especial a Marcelo Burghi y Eduardo Piqueras, por haberme invitado tantos años, y recién poder cumplir con ellos en esta edición. A Emiliano Cameto, por ser el mejor compañero de viaje que pude haber tenido y uno de los más entrañables "hermanos de la vida" que tengo la dicha de tener. A Germán y Leonardo Rodríguez Bustin, de Alfalider por la enorme disposición de haberme dado una hermosa Giulia casi 0km para hacer semejante "patriada" de kilómetros. A Joel Rodríguez Bustin de Signature Detail por haber dejado a la Giulia inmaculada antes (y después, perdón) de la carrera. A Federico González por el hermoso racing livery de "nuestra" Alfa. Al todo el personal del Hotel Altos del Arapey. Al grupo genial de “Los Disidentes” por la buena onda y la mejor parrillada de la carrera. A todos los competidores y colegas que se sumaron a compartir algún rato con nosotros. Pero en especial, a cada adulto, niña/o e incluso perro callejero que salió de su lugar en un pueblito a recibirnos con todo el cariño posible durante todos esos días.

A todos ellos, eternas gracias. Y nos vemos en las 32ª 1000 Millas del 2022.





Crédito: Mateo Varela

Crédito: Mateo Varela

Crédito: Mateo Varela

Crédito: Mateo Varela