Editorial: la Fórmula 1, ¿se olvidó de los espectadores?

miércoles, 3 de septiembre de 2014



La máxima categoría del automovilismo mundial parece no escuchar las demandas del público.
Habiendo tenido buena recepción hace unas semanas atrás, hoy nuevamente abrimos un espacio de análisis. Autoblog invitó a Rafael Fernández, encargado de la sección automovilismo de El Observador (y amigo de la casa) a reflexionar acerca de la Fórmula 1 y sus espectadores. El editorial, tras el salto.

Texto de Rafael Fernández | @rafauy
Redactor de El Observador

Sus reportes de audiencia no dejan dudas: la Fórmula 1 viene perdiendo anualmente millones de telespectadores. No le va mejor en lo que respecta a la asistencia de público a la mayoría de los 19 grandes premios que conforman sus últimas temporadas. Si bien no se puede negar la incidencia de la recesión económica en Europa, la ausencia de comunicación del actual reglamento técnico y la falta de sonido de sus autos, estos factores no parecen ser los principales causantes del declive. La caída en el interés por la Fórmula 1 los precedió y ya ha configurado una tendencia. 

¿Se habrá hartado el público de la máxima expresión del automovilismo deportivo mundial, o será que la Fórmula 1 es incapaz de generar respuestas que satisfagan una demanda cambiante?

TV dependiente

Según los últimos reportes, 515 millones de personas sintonizaron (al menos durante 15 minutos) las televisaciones de Fórmula 1 en el año 2011. La cifra cayó a 500 millones en 2012 y cerró en 450 millones en la temporada 2013. Según los informes que anualmente elabora Formula One Group, empresa que detenta los derechos comerciales de la categoría, la audiencia de la F1 no solamente tiende a disminuir: también se avejenta.


La respuesta del grupo económico que lidera Bernie Ecclestone frente a un mercado declinante, fue aumentar el precio de los derechos de televisación. En varios países -y América Latina no ha sido la excepcion- las pautas publicitarias no fueron suficientes para que los canales de televisión abierta hicieran frente al costo creciente de esos derechos, por lo que la televisación migró hacia señales para abonados. Como consecuencia, la audiencia disminuyó aún más. 

En 2012 ocurrió en el Reino Unido, donde la BBC dio paso tras varias décadas a Sky Sports, hasta que encontraron una fórmula compartida el año siguiente. En 2013 fue el turno de Francia, con el paso de TF1 a Canal+ con resultado similar. Sólo el cambio en China, de la estatal CCTV a una cadena regional, significó una pérdida de 30 millones de televidentes, que explica nada menos que el 60% de la variación respecto a 2012.

Con la desaparición paulatina de la Fórmula 1 de la televisión abierta también se fueron las promos, esas que anunciaban las transmisiones de las competencias a un sector amplio de audiencia, no solamente a aquellos que sintonizaran una señal de contenido específico. 

No solamente los derechos de televisación aumentaron en los últimos años: también los cánones que deben pagar los promotores que pretenden organizar un Gran Premio de Fórmula 1.


Cada vez les resulta más difícil permanecer en el calendario a circuitos europeos tradicionales como Spa-Francorchamps, Silverstone o Monza. Son venerados por los aficionados, pero se ven obligados a trasladar la suba de esos derechos al precio de las localidades, por lo que rara vez logran el lleno total de otros años.

Si bien la tendencia se inició con la prohibición de asociar tabaco y alcohol con eventos deportivos, el apoyo estatal y el fácil acceso a capitales que permiten la construcción de circuitos Grado 1 como exige la FIA, ha llevado a la Fórmula 1 a mercados distantes. Y no solamente en términos geográficos. 

Países sin gran tradición automovilística han entrado y salido sin pena ni gloria del calendario. Allí, donde la Fórmula 1 no logró calar en el público local, la viabilidad de proyectos que implicaban una inversión superior a los US$ 400 millones, desapareció. 

Miopía social

La negación de las nuevas tecnologías, redes sociales incluidas, ha disminuido el interés del público más joven por la categoría. La defensa a ultranza de los derechos de televisión no ha hecho más que poner distancia entre la Fórmula 1 y sus seguidores, desalentando cualquier intento por hacer viral su contenido.

Bernie Ecclestone ha catalogado recientemente a las redes sociales como "una tendencia pasajera", asegurando que no hay forma de sacar rédito económico de ellas. Si no hay dinero en el corto plazo, no valdrá la pena considerarlas en el largo. 

Formula One Group ha perfeccionado aquellas destrezas que le permiten proteger sus derechos comerciales -como eliminar contenido de sitios populares en Internet como YouTube- en lugar de intentar integrar las nuevas tecnologías a su estrategia de comunicación.


Incidentes de carrera, que podrían despertar el interés del público después de cada competencia, son eliminados a solicitud de Formula One Group de ese sitio de videos que recibe 1.000 millones de visitantes únicos por mes. A diferencia de lo que ocurre con otros espectáculos motorizados, no existe un canal oficial de la Fórmula 1 en el sitio web antes mencionado. 

Todos los equipos de la grilla cuentan con una estrategia de comunicación que incluye la difusión a través de sitios web populares y redes sociales. No siquiera ellos parecen acceder libremente a imágenes generadas en pista, carencia que disimulan mediante el uso de fotos (como en el homenaje de Ferrari a Fernando Alonso el día de su cumpleaños) o costosas animaciones, como la que realizó el equipo Red Bull Racing, un buen intento de explicarle a los aficionados el cambio técnológico que se vendría en 2014. 

Ni siquiera el paso del tiempo mejora la situación: el recuerdo del equipo McLaren a Ayrton Senna, a 20 años de su fallecimiento, se basó en imágenes de archivo del propio equipo. Ni una sola de la televisación oficial. 

Demasiadas reglas

Los actores principales y algunos grupos de interés tampoco ayudan a ganar el cariño de los aficionados. La creciente polarización entre quienes ven a la Fórmula 1 como un deporte y aquellos que priorizan el entretenimiento, hizo aún más difícil encontrar un equilibrio aceptable y sostenible para todos los involucrados.

En algunas temporadas el desinterés se generó porque el resultado de las carreras se tornó previsible, debido a la posición dominante de algún equipo en pista. Ferrari en la era Schumacher, Red Bull entre 2011 y 2013, o Mercedes en la temporada actual, son algunos ejemplos. La imposibilidad de llegar a un tope presupuestario que nivele el desempeño de los equipos, no ayuda a modificar esa situación. 

La complejidad de sus reglamentos técnicos y deportivos se ha vuelto una barrera de entrada para los aficionados, manteniendo el interés únicamente de los más entusiastas. La pobre información que la Fórmula 1 entregó a sus seguidores en la temporada 2014, la de mayor revolución tecnológica en décadas, no colaboró para entender ni valorar el cambio.


Elementos como el DRS (siglas en inglés de sistema de reducción de la resistencia al avance) que facilita los adelantamientos eliminando la incidencia del ala trasera, nunca fue bien visto por parte de los aficionados que entienden que es demasiado fácil sobrepasar a otro auto. Para hacer más compleja su comprensión, los pilotos lo pueden usar únicamente en zonas específicas del circuito, cuando la distancia con el auto que los precede no es mayor a un segundo, y siempre que la dirección de la carrera lo habilite.

Los pilotos, en otra época los grandes protagonistas del espectáculo, están encorsetados por el reglamento y también por sus propios contratos con el equipo y sus patrocinadores personales. Son figuras cada vez más distantes para el gran público, a diferencia de sus predecesores, algo que sus cuentas de Twitter cuidadosamente gestionadas difícilmente reviertan. 

Rara vez se quitan el casco en público para que los aficionados tengan la oportunidad de reconocerlos. El gesto del australiano Mark Webber, quitándose el suyo en Interlagos mientras realizaba su vuelta de despedida de la Fórmula 1, fue tan humano como elocuente.


"Lo tenemos puesto todo el tiempo, por lo que es difícil que los aficionados vean a un piloto de Fórmula 1 sobre su auto, pero sin su casco. Fue muy lindo quitármelo y ver a los banderilleros y a los aficionados a la cara", sentenció uno de los pilotos más carismáticos y populares que ha pasado por la máxima categoría en los últimos años. 

La enorme mayoría se refugian en los motorhomes que sus equipos arman en la zona de boxes y salen de ellos únicamente para subirse al auto en alguna sesión del fin de semana, visitar a alguno de sus numerosos patrocinadores o para repetir hasta el cansancio las mismas respuestas (filtradas por un agente de prensa) en una conferencia que pocos verán. Las oportunidades de obtener un autógrafo son cada vez más escasas.